Cápsula Cerebral C2505
Onofre Castells
La ciencia y la medicina trabajan desde hace muchos siglos en la búsqueda de un sistema adecuado para burlar la muerte del ser humano. Actualmente, en pleno siglo XXVI, existen muchos frentes abiertos en esta materia, y la mayoría, poco éticos. Hasta hace poco, creía firmemente que estos intentos de prolongar indefinidamente la vida de un ser humano eran absurdos y aberrantes. Pero ahora estoy aquí, esperando -por voluntad propia- a que se inicie el proceso de transmisión cerebral. Quiero seguir viviendo.La sala es fría, blanca y aséptica. Estoy tumbado en una camilla, inmovilizado de pies y manos. En mi cabeza han colocado una corona de transmisión de datos, con la que los doctores volcarán el contenido de mi cerebro en una cápsula cerebral C2505. Estoy nervioso, inquieto, tengo la garganta seca y mi pulso está acelerado. Lo he meditado mucho antes de dar este paso, y finalmente, después de pensarlo concienzudamente, he llegado a la conclusión que se me ofrece una oportunidad única de seguir vivo. La vida que me espera -si el experimento tiene éxito-, será probablemente muy extraña, y con seguridad, imprevisible.
Falta poco para iniciar el proceso de transmisión, mis músculos están en tensión, respiro con dificultad, los minutos son ahora eternos. El equipo médico está en su puesto realizando los preparativos previos. Irmann, el jefe del proyecto, me mira a través de la pantalla de cristal y me brinda una sonrisa lacónica.
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